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diciembre29a

 

Adicción al BlackBerry (Celulitis)


   De entonces acá el asunto se puso peor.
La adicción ya no sólo se limita a llamadas. En estos cuatro años la tecnología nos ha dado más formas de perder el control. Ahora los teléfonos inteligentes, los asistentes digitales personales, los BlackBerry, nos imponen más modos de comunicación. En vez de sólo hablar o recibir llamadas, ahora podemos cruzar mensajes silenciosos: SMS, correo electrónico, chat en varios sabores, redes sociales como Twitter o Facebook vía internet, noticias, resultados deportivos. Todo en el mismo aparato aunque no por el mismo precio.

Sí, sí, no dudo que la comunicación 24/7 tiene grandes ventajas y es una herramienta formidable. Pero no deja de ser un arma de dos filos. Usarla en exceso puede llevarnos a ver absurdos como las mesas de restaurante en las que todos están hablando, pero no entre sí, sino a través de sus celulares (y antes de que te pares para criticar, piénsalo, porque en unos segundos o minutos, pasará lo mismo en tu mesa).

¿Se acuerdan que antes había sitios donde era obligatorio apagar los celulares? Pues ahora, como las conversaciones son silenciosas, ves los dedos volar furiosamente sobre los tecladitos en teatros, cines, transporte público, reuniones de negocios, conferencias, restaurantes, antros y hasta en el WC. Donde sea. La adicción de estar conectados, en línea, todo el tiempo, se ha apoderado con cierta facilidad de cada vez más usuarios alrededor del mundo. Si fuese un virus, sin duda ya la OMS le hubiera dado nivel de pandemia. Grave.

Si antes nos quejábamos cuando veíamos a personas usando el celular en todas partes, ahora casi casi podemos hablar de que vivimos en un mundo de autistas electrónicos. Ahora, en reuniones y comidas, ya no sólo los celulares cortan las conversaciones. Buena parte del tiempo alguno de nuestros interlocutores sostiene su BlackBerry entre dedos amorosos, teclea con furia, y responde con monosílabos a lo que escucha. Sí, está presente físicamente (¿estamos, Kimosabi?), pero su mente está en la Luna, concentrada en responder a lo que siempre dicen es un correo del trabajo. En realidad bien puede ser un SMS de un compadre, un spammer, un amigo, dos chats que llegaron en ese momento, alguna solicitud de amistad en Facebook, una hilera de actualizaciones en Twitter. Si alguien suelta una indirecta, el electro-autista sale con la fórmula de que “es algo del trabajo”, que “tenía días esperando ese contacto”, que “es urgente”, que... Y tristemente la escena se repite varias veces en una reunión. Y honestamente, ¿cuándo en un par de horas te han salido tres o cuatro cosas verdaderamente urgentes?

Y aunque todos cojeamos del mismo pie, no advertimos cómo molesta hasta que lo vemos en otro: la mirada perdida, los monosílabos, el tecleo a toda prisa. ¡Qué barbaridad!

Este tiempo de más que pasamos intercambiando información, además de latoso, ya raya en lo patológico. Los chicos no suelen tener problemas (son de hule), pero los adultos podemos llegar a sufrir ¡tendonitis en el pulgar, el célebre BlackBerry Thumb! El colmo.

Pero no necesitamos de un problema en los pulgares para darnos cuenta de que estamos llegando a a un extremo. Sí, el trabajo es importante, pero ya no vivimos en la época de la esclavitud y nadie debería esperar que uno responda al correo inmediatamente si la pregunta se envía a deshoras o durante el fin de semana. Hay muchos correos que pueden esperar. Las conversaciones con amigos y chats nos mantienen comunicados, pero si estamos con otra persona también podemos elegir contestar después o enviar un mensaje automático diciendo que nos comunicaremos más tarde.

Si pudiéramos hablar de una “etiqueta” para el uso adecuado del BlackBerry mientras estamos con otros seres humanos, creo que habría una sola regla: limitar esos contactos al máximo, sólo para urgencias auténticas. Por fantástico que sea el mundo virtual, si estamos frente a otro ser humano, correos, Facebook, Twitter y demás pueden esperar.

Nadie pone en duda la importancia de la comunicación y de “estar conectados”, pero podemos elegir a quién, cómo y sobre todo en dónde y cuándo. Si ya no podemos, habrá que aceptar que tenemos una adicción al BlackBerry. ¿Me Da' tu BB-Pin ? Disculpen, es que estoy en el trabajo.
 



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